Hay un poema erótico oriental escrito hace unos 3000 años, el Cantar de los Cantares, campestre, incluido en los escritos de la Biblia. Ahí va una muestra del capítulo 7:
La amada
Cantares 7 Nueva Versión Internacional (NVI)
1 ¡Ah,
princesa mía,
cuán bellos son tus pies en las sandalias!
Las curvas de tus caderas son como alhajas
labradas por hábil artesano.
2 Tu ombligo es una copa redonda,
rebosante de buen vino.
Tu vientre es un monte de trigo
rodeado de azucenas.
3 Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela.
4 Tu cuello parece torre de marfil.
Tus ojos son los manantiales de Hesbón,
junto a la entrada de Bat Rabín.
Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.
5 Tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo.
Hilos de púrpura son tus cabellos;
¡con tus rizos has cautivado al rey!
cuán bellos son tus pies en las sandalias!
Las curvas de tus caderas son como alhajas
labradas por hábil artesano.
2 Tu ombligo es una copa redonda,
rebosante de buen vino.
Tu vientre es un monte de trigo
rodeado de azucenas.
3 Tus pechos parecen dos cervatillos,
dos crías mellizas de gacela.
4 Tu cuello parece torre de marfil.
Tus ojos son los manantiales de Hesbón,
junto a la entrada de Bat Rabín.
Tu nariz se asemeja a la torre del Líbano,
que mira hacia Damasco.
5 Tu cabeza se yergue como la cumbre del Carmelo.
Hilos de púrpura son tus cabellos;
¡con tus rizos has cautivado al rey!
6 Cuán bella
eres, amor mío,
¡cuán encantadora en tus delicias!
7 Tu talle se asemeja al talle de la palmera,
y tus pechos a sus racimos.
8 Me dije: «Me treparé a la palmera;
de sus racimos me adueñaré.»
¡Sean tus pechos como racimos de uvas,
tu aliento cual fragancia de manzanas,
9 y como el buen vino tu boca!
¡cuán encantadora en tus delicias!
7 Tu talle se asemeja al talle de la palmera,
y tus pechos a sus racimos.
8 Me dije: «Me treparé a la palmera;
de sus racimos me adueñaré.»
¡Sean tus pechos como racimos de uvas,
tu aliento cual fragancia de manzanas,
9 y como el buen vino tu boca!
La amada
¡Corra el
vino hacia mi amado,
y le resbale por labios y dientes!
y le resbale por labios y dientes!
10 Yo soy de mi
amado,
y él me busca con pasión.
11 Ven, amado mío;
vayamos a los campos,
pasemos la noche entre los azahares.
12 Vayamos temprano a los viñedos,
para ver si han retoñado las vides,
si sus pimpollos se han abierto,
y si ya florecen los granados.
¡Allí te brindaré mis caricias!
y él me busca con pasión.
11 Ven, amado mío;
vayamos a los campos,
pasemos la noche entre los azahares.
12 Vayamos temprano a los viñedos,
para ver si han retoñado las vides,
si sus pimpollos se han abierto,
y si ya florecen los granados.
¡Allí te brindaré mis caricias!
13 Las
mandrágoras esparcen su fragancia,
y hay a nuestras puertas
toda clase de exquisitos frutos,
lo mismo nuevos que añejos,
que he guardado para ti, amor mío.
y hay a nuestras puertas
toda clase de exquisitos frutos,
lo mismo nuevos que añejos,
que he guardado para ti, amor mío.
Esta porción es tan solo una muestra del texto, que me evoca
un bodegón de frutas, placeres, naturaleza, un canto delicioso al amor,
delicioso pues los amantes entremezclan objetos de la naturaleza con la
descripción delicada de sus cuerpos. Es un erotismo bello, natural, campestre,
situado en el polo opuesto del erotismo contemporáneo.
El texto en sí es un poema recitado, susurrado entre
amantes, muestra el erotismo de las palabras:
¡Ah, princesa mía!
Comienza conquistando, halagando al otro.
No se centra en lo genital. Va de los pies a la cabeza,
pasando por caderas, ombligo, pechos, vientre, cabeza, cabellos, ojos, nariz,
boca, aliento, caricias… ella es atractiva, sexy y elegante, es su amada, nada que ver con un objeto
sexual.
El texto rebosa fragancias, aromas, es un canto a la
naturaleza donde los amantes son parte del bodegón y los frutos son cada parte
de sus cuerpos. “Tu ombligo es una copa
redonda, rebosante de buen vino”, algunos traducen vulva el lugar de
ombligo, pero creo que es secundario pues el amante recorre todo el cuerpo de
su amada con sus ojos, sus labios, su olfato, su lengua, sus caricias, pero no
se centra en lo genital, el centro es toda su amada, toda ella a la que llama
Princesa, y ella, como no, se rinde a su amado, le ofrece todos sus dulces
frutos con entregada pasión.
En nuestros días hemos disociado el sexo del amor. En la
relación de pareja, deleitarse, gozar con tu amada, es gozar a la vez que ella
goza, de forma conjunta, no cabe la utilización del otro como un objeto. Gozar con la mujer amada se encuentra
en el polo opuesto de la pornografía, o de las propuestas de muchas webs que
ofrecen sexo sin intimidad ni compromiso, centrado en lo genital, orgasmos
virtuales sin caricias ni amor, aventuras para conseguir excitación a cambio de
traicionar a la persona a la que prometiste amor y fidelidad. Nuestro erotismo
pornográfico está muy lejos del erotismo íntimo y auténtico de este texto
milenario ¿Qué nos ha pasado? ¿Hemos evolucionado?
Yo propongo retomar la enseñanza sencilla de ese poema
oriental parte incluido en la Biblia, buscar hacer el amor a la
persona que amas, en mi caso a mi mujer, mi amada, deleitarme en sus caricias,
su fragancia, sus cabellos, su “ombligo”, sus pechos, sus labios, sus abrazos, su
inteligencia, su espontaneidad, su mirada, su persona.
Aprendamos de nuevo a hacer el amor, aprendamos a amar.
Jonatan Serrano
Psicólogo col.20279
psiconexe@gmail.com
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